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lunes, 9 de abril de 2012

A DIARIO...


Todo terminará a las 6:00. Todos lo saben, pero eso no los deja más tranquilos.
Son las 0:00 y el guardia de turno empieza su recorrido. Hoy le toca al pelado Rodríguez. Un tipo tosco por fuera pero cobarde por dentro. De esos que ocultan su miedo tras la careta del “no me importa nada”.
Realmente no sé qué hago aquí, no soy un tipo de mala calaña, solo cometí un error.
Rodríguez pasa por mi celda pero no me ve. Las luces se apagaron, como siempre, a las 22 y su obligación es controlar que todos estén dormidos pero, él está ocupado solo con cumplir el recorrido. Sabe, como todos los que tienen un tiempo entre estas paredes, que todo terminará a las 6:00.

Es la 1:00 de la mañana.  A veces pienso que escribo sólo por sentir que existo. Es la necesidad de ser después de tanto anonimato. La necesidad de sentirme vivo.
En otro lugar, no muy cercano, no muy lejano, las luces se encienden y comienzan a escucharse extraños ruidos. También puedo oír la respiración de mis vecinos de celda. Todos acostados, ninguno dormido. De pronto el silencio acompañado del frío. Alguna garganta que se convierte en nudo. No los culpo. Todos sabemos que dan ganas de esconderse bajo la apolillada frazada y repetir hasta el hartazgo que todo terminará a las 6:00.

Son las 2:00. El frío se hace visible y se cuela entre las piedras de las paredes. Rodríguez prendió la tele y se hizo un café. Algunos pensarán que es para pasar el tiempo, pero ese pensamiento dura hasta que ven al cura avanzar por el pasillo hasta la celda 23 y entonces, el ruido de la televisión no es suficiente para tapar la confesión. Todo terminará a las 6:00.

A eso de las 3:00, las luces vuelven a prenderse. Una extraña figura oscura acompaña unos pasos atrás al pelado en su ronda. Todos sabemos quien es, todos conocemos al Gran Verdugo. Rodríguez continúa su marcha, la figura se detiene amenazante ante la celda 23. Lo sé porque estoy en frente. Las luces se esfuman. Él sigue ahí. Todo terminará a las 6:00.

De 4:00 a 5:00 todo lo que se siente es un llanto desgarrador. Muchos compañeros ya no soportan lo que se viene. La cárcel se vuelve helada y la angustia del llanto te penetra en el pecho hasta desear morir. Muchos compañeros se quitan la vida entre las 4:00 y las 5:00. Nadie los descubrirá hasta las 9:00, cuando se haga el cambio de guardia y haya una nueva ronda. Mañana sólo quedarán los sobrevivientes; aquellos que saben que todo terminará a las 6:00.

Son las 5:00. La extraña figura ha desaparecido. Una luz anaranjada se enciende en todo el recinto. Afuera el pelado Rodríguez simula estar dormido. Adentro, un grupo de policías se para frente a la celda 23. Vienen a llevarse al hombre de cicatrices en el rostro.
Dicen, que las cicatrices son los rasguños de las personas que mató. Veinte en total: seis mujeres, cuatro hombres y diez niños. Se lo llevan a rastras, él grita maldiciones mirándonos a todos.
A las 5:45 las luces se vuelven intermitentes. Luego, un apagón repentino y un olor a quemado. El hedor a carne chamuscada rellena las fosas nasales de los que aún están vivos.
Los que han muerto, se agolpan en las celdas que alguna vez ocuparon. Dicen, que la maldición continuará cada vez que se pierda una vida.

Son las 6:00. Un poco más blanco que al ingreso, el pelado Rodríguez se para para hacer la ronda. Los rayos del sol despuntan. No sé qué prosigue.
Las paredes de la cárcel me succionan borrando mi relato de a poco. Volveré cuando vuelva la noche, como cada noche. No debí suicidarme. Debí esperar, sabiendo que todo terminaría a las 6:00.
Miriam Frontalini©

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