TALLER DE ESCRITURA CREATIVA CANTO RODADO


PRESENCIAL Y VIRTUAL

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martes, 18 de septiembre de 2012

CATEDRA



Cátedra

Tiene la habilidad de dormir a un zoológico pero los animales en huelga no se han tomado el nivelador del ánimo y ella sólo habla de los problemas de la traducción de la diáspora de la esfinge y cosas por el estilo es imposible no mirarle la cara mientras habla se ve contraída una mujer elefante a propósito del zoológico porque todos estamos en una jaula hasta la rana Rene de los Muppets que están en mis bombachas yo me enamoro del que me diga que las bombachas con anfibios son lindas como el cazacocodrilos pero a mí no me gustan rubios los prefiero de pelo castaño y ojos grandes igual la idea es no pensar en esas cosas y concentrarse en el Romanticismo el viaje interior y asuntos relevantes lo mejor cuando afirma que Hegel es medio facho alzo los ojos y sonrío para que crea que entendí el chiste pero yo de filosofía no sé nada  Platón es un plato grande y Aristóteles se llamará mi perro un gran danés no mejor Hamlet por lo de danés pobre tipo y semejante tragedia con papá mamá y tío incluido ese señor inglés sabía de perversiones pero yo no creo que le gustaran las bombachas de la rana Rene sonriendo ahora que lo pienso mi madurez en el asunto orgánico es como el de un adolescente pero los treinta son la era de Peter Pan con poder adquisitivo para comprar juguetes y Wendy moleste y moleste diciendo que hay que crecer me pregunto si el hada es la absenta ella va  en los Mayas y las doce tribus de Israel y sigo perdida pensando en bombachas lindas de algodón no esas que usan las mujeres de útero goloso como decía mi abuelo sino las que hacen que uno se cobije nada más elegante que estrenar bombachas todos los días así las medias estén rotas y el dedo gordo se ponga morado  porque ellas cuentan historias de aniversarios y salidas a comer  como la pijama que se dobla debajo de la cama pero hay gente que duerme sin nada  qué dirían los mayas sobre las bombachas qué intimidad que la desgracia femenina a veces  se defina por colores tamaños telas y ella sigue escribiendo en el pizarrón el sonido de la tiza me conecta a la clase pero rápidamente vuelvo a la cama saltando en bombachas blancas y limpias con la pijama bien puesta miro rápidamente y los otros animales deben estar aplicando la ley del estudiante con el cuerpo presente y el alma seborreica delirando con  la lista del súper.

©Vanessa Solano Cohen

domingo, 2 de septiembre de 2012

SOBREVIVIENDO



SOBREVIVIENDO

El invierno se le había instalado, cómodamente, como un invitado indeseado, pero que no tenía forma de desalojar. Lavaba los platos de la cena con el alma llena de impotencia; ya no quedaba nada de que privarse y a pesar de las discusiones, ella sabía que los dos hacían lo que podían, pero el dinero no alcanzaba.
Se sacó la ropa, casi sin registrar la mirada de él. El primer contacto gélido con las sábanas la estremeció. Su espalda hacía evidente su enojo, “cuando la miseria entra por la puerta, el amor escapa por la ventana”, decían las viejas, pero ¿era realmente así? Tragándose la bronca y el orgullo, tímidamente acercó una mano y dibujó una caricia casi imperceptible en su cabello. Cuando las miradas se cruzaron, la conexión fue inmediata, respondiendo a la memoria de los cuerpos o a al instinto que ha conservado la especie. Fue haciéndose amiga de su piel, de su olor. Los labios se buscaron de a poco, saborearon primero el aliento agitado del otro, haciéndolo propio, al ritmo de los latidos acelerados, bloquearon en sus mentes cualquier pensamiento que no fuera el de fundir sus bocas. La explosión de endorfinas borró el escenario, no hubo pintura descascarada y hasta las canas y las arrugas que habían tomado por asalto sus cabellos y sus rostros, desaparecieron. Volvieron a ser aquellos; su Julieta y su Príncipe  fuerte e intrépido que la protegía.
Se abrazaron y entonces, antes de cerrar los ojos pensó-Mañana será otro día-

©Andrea Fernández

viernes, 31 de agosto de 2012

EL ÚLTIMO ADIÓS

EL ÙLTIMO ADIÒS

            La atmòsfera del bar invitaba al regocijo por su calidez.  Esa luz tenue y la suave música envolvían a los comensales, brindando un estado de paz. Sonia y Alex,  sentados en un rincón frente a la ventana, reflejaban uno a otro la tristeza en sus rostros.  Era hora de decir adiós.

            Pasaron juntos muchos años; les parecía irreal que aquellos sueños que otrora compartieron se hubieran disipado.  Unos pocos se hicieron realidad.
Mientras Alex decía palabras vacuas, ella se sumergía en sus pensamientos preguntándose por què no se había percatado que el amor eterno era tan solo un mito.  ¿Pero còmo podía tanto cariño escabullirse como agua entre los dedos?
¿Deberìa sentir que había fracasado?  ¿O su historia sería experiencia y fortaleza para el futuro?
Habían tenido momentos de felicidad; con los años, la relación se tornò opaca. La lealtad entre ambos que siempre los distinguió, terminò ahogada en un mar de mentiras, sospechas, celos, reproches y excusas vagas.

            Ahì estaban, hablando entre susurros.  Ella trataba de controlar la angustia que le apretaba el pecho: no llorarìa.
Repentinamente, èl se levantò y se miraron a los ojos.   Acordaron una despedida civilizada pero aquel momento culminante los llenò de congoja.

            Sonia quedó sentada con la mirada vacìa mientras Alex salió del bar.
Caminò hacia la esquina donde una joven lo esperaba.  La abrazó enérgicamente.  Con una mirada cómplice, ambos comprendieron que ya podrían vivir su historia sin secretos ni mentiras.   
Una vieja etapa daba lugar a la nueva.

©Patricia Estela De Felice

lunes, 27 de agosto de 2012

NOVATO

Novato
Levanta la vista y queda atónita mirando el cañón de un revólver que la apunta directo al corazón.
-¡Dame todo la guita y hacelo rápido!
La mujer, una cincuentona algo menuda y dueña de un maxikiosco, tarda unos segundos en reaccionar pero aprieta el botón de la caja, manotea los billetes y los pone sobre el mostrador, no sea cosa que se ponga loquito.
El pibe no tiene más de quince años y su mano tiembla. La mujer-doña Leonor- se da cuenta que el mocoso es un novato y está muy nervioso. Puede pasar cualquier cosa, como por ejemplo: que le dispare. Abre la cartera y le da todo el efectivo, incluido el teléfono celular.
De pronto, se abre la puerta del local y entra Javier, el policía de la cuadra, totalmente distraído y hablando con el celular.
Doña Leonor evalúa la situación y no duda un segundo. En voz baja le indica al pibe que oculte el revólver porque entró un “cana”. Los ojos del aprendiz de chorro muestran pánico, y rápido le hace caso.
-¡Como te va Javiercito! ¿Mucho frío?
-Si doña, está muy fría la mañana.
-¿Algún problema por aquí?
-¡No! Andá tranquilo nomás.
La mujer lo mira al pibe, y con una seña le marca la puerta.
-Gra-gracias, doña.
La mujer traga saliva y rompe en llanto. Un día más de trabajo y riesgo, pero esta vez la suerte estuvo de su lado, un paso en falso, y quizás, la tragedia hubiera enlutado su familia.

©2012 Fernando Cianciola

jueves, 23 de agosto de 2012

EL GRAN CIRCO RODAS

El gran Circo Rodas

Parado firme y haciendo la fila en la terminal, el niño espera feliz el colectivo que lo llevará hasta Córdoba. Tiene en la mano el colorido panfleto que le dieron en la calle.
¡ENTRADA GRATIS! para menores ¡ÚLTIMA FUNCIÓN!
“¿Habrá trapecistas?” Se pregunta “¿Y leones?”
Lleva la cara muy sonriente y bien lavada, el rebelde pelo achatado y una campera atada al cuello “Igual, seguro vuelvo con los cachetes ardiendo de tanto reírme de con payasos”. Intentará viajar en el primer asiento, donde le dé el solcito caliente, sin hablar con nadie y aprovechando para aprenderse el camino, “por las dudas”.
No le importa que su hermana no quisiera acompañarlo, él ya tiene ocho años y se siente lo bastante grande, tanto para hacer (por unas monedas) malabares en las esquinas, como para ir solo a la ciudad.
Cuando el polvoriento vehículo llega, le parece enorme. A su turno extiende el papel y tarda un buen rato en entender que, la entrada al circo, no cubre el pasaje.
Mientras el autobús se aleja, el niño, con la ilusión extendida entre las manos, se queda intercalando miradas entre uno y el otro.

© José Luis Beltramino.

miércoles, 22 de agosto de 2012

RESILIENCIA

Resiliencia

Me gustaría escribir que cuando se fueron Dylan dio un portazo, pero esa casa no tenía puertas…
Era Agosto. Brenda tenía la nariz roja y los dedos entumecidos por el frío.
-¡Dale, metele pata!- Le gritó desde el carro.
Su hermano buscaba en el basural mientras le rechinaban los dientes.
Rápidamente, metió algo entre el diario y el buzo, luego corrió a tomar las riendas de la potranca. -Más vale que el pá no haiga llegado, sino-
Llegaron para apurar un yerbiado antes de que su padre entrara, con la misma nariz colorada que Brenda, pero por el vino.
Tomó a la nena por el brazo y sin importarle sus ocho años empezó a lamerle la cara. La mamá se la sacó de las manos y todo fue como siempre. Un  par de golpes y la tiró al colchón en el suelo. En una covacha de cinco por cinco no había dónde esconderse y todos éramos testigos. La violó y quedó tendido. 
Dylan esperó los ronquidos. Miró a su mamá llorar en silencio. Sacó lo que había traído del basurero y lo puso entre las manos de la mujer. Un peluche algo sucio, con los mismos ojos tiernos que la miraban. Se había cansado de sentir miedo.
-Te amo- Le susurró mientras escapaba con su hermana.
Se perdieron en la noche buscando otras realidades. Nadie los volvió a ver, tampoco los buscaron.
Me gustaría escribir que cuando se fueron Dylan dio un portazo, pero esa casa no tenía puertas.

(c) Miriam Frontalini

domingo, 20 de mayo de 2012

IR...


IR…
Todo está permaneciendo, como si nada cambiase de lugar. El dedo índice - los demás caídos- apoyado en el levantavidrios, al descuido. Permanece.
Al descuido apoyada la mirada afuera, en el cielo, en el horizonte, lejano y quieto. Apoyada, sólo apoyada. Perdida.
El cuerpo está tibio, sin frío, sin calor. Los pies estirados, la espalda reclinada, un poco reclinada.
La música, que sonó tantas veces, sólo suena. ¿Suena? De tanto sonar ya es como la respiración: Inconscientemente necesaria.
Todo está permaneciendo y es una elección. Permanece, sin más necesidad, sin buscar cambios en la enorme comodidad de la calma. Todo permanece y podría no ser una elección. Elegir modificar, ni mejor ni peor, modificar.
El dedo. Una leve presión. Sin mediar segundo, respirar profundo, bocanada de aire feroz de la ruta. Ahogo o respirar profundo: Respirar profundo. Tomarlo, cambio intenso del aire en los pulmones.
La mirada, apoyada, inerte. Aire profundo y parpadeo. Tambalea la mirada. Un poste, dos, tres, la ruta. Los postes. La mirada gira despacio, campo oscuro, vacio, marrón, se aleja. La mirada pasea. Campo verde, verde claro eterno, hasta el rojo final.
Solitario el árbol, con un poco de otoño que se le ha metido. La mirada pasea. El auto negro aparece al costado para que la mirada lo atrape, lo persiga. La mirada lo sigue, lo sigue, se aleja, lo pierde.
Estirar los pies, mirar a los costados, respirar profundo y ver. Respirar profundo,  suena esa canción. Esa canción.

©Doris Barjacoba